El engaño del ecumenismo y la agenda de Roma



Vivimos tiempos peligrosos. Muchos pastores protestantes y evangélicos modernos, supuestamente fieles al Evangelio, se han reunido en secreto con líderes de Roma, buscando una falsa unidad religiosa que poco tiene que ver con la verdad bíblica.

Este movimiento no es nuevo: es parte del ecumenismo global que pretende más tarde o más temprano borrar las diferencias doctrinales y unir a todos bajo una sola religión mundial.

Lo más alarmante es su audacia e hipocresía: dicen abiertamente a sus congregaciones que “no son ecuménicos”, pero en la práctica cooperan, participan y promueven la misma agenda que Roma impulsa. Usan palabras suaves, hablan de “unidad”, “hermandad” y “reconciliación”, pero detrás de ese lenguaje hay un espíritu de confusión y compromiso con el error. Una de las formas más sutiles en que engañan es con la palabra “católico”. Muchos hoy afirman: “Somos cristianos, y todos los cristianos somos católicos, pero no romanos.” Sin embargo, esa expresión es anti-bíblica. La palabra “católico” no existe en las Escrituras. Fue un término creado siglos después para describir una “iglesia universal” bajo la autoridad humana del Vaticano. Pero la Biblia enseña algo muy diferente: “Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo...” (1 Corintios 12:13). El cuerpo de Cristo es espiritual, no institucional. Jesús no dijo: “Edificaré mi iglesia católica”, sino: “Edificaré mi iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.” (Mateo 16:18). Cuando líderes evangélicos adoptan ese lenguaje para sonar “inclusivos” o “abiertos”, están jugando con fuego, diluyendo la verdad del Evangelio y acercando a sus oyentes al error del ecumenismo. La Escritura advierte con claridad: “¿Qué comunión tiene la luz con las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial?” (2 Corintios 6:14–15). El verdadero creyente no necesita etiquetas humanas. No somos “católicos”, somos cristianos (Hechos 11:26) hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús (Gálatas 3:26). La unidad que Dios aprueba no se construye mediante alianzas religiosas o reuniones secretas, sino en la verdad de Su Palabra (Juan 17:17–21). Por eso debemos estar alerta. Detrás del discurso de amor, unidad y reconciliación, se esconde el intento de Roma y de los falsos maestros modernos de preparar el camino para la religión global del Anticristo, donde todas las verdades serán sacrificadas en nombre de una falsa paz.

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