Todo hombre que ha sido verdaderamente llamado por Dios a predicar Su Palabra lo hace a tiempo completo. Su llamado excluye cualquier otra ocupación que desvíe su enfoque, incluyendo la participación activa en la política o la afiliación a partidos políticos.
No está mal que un cristiano forme parte de un partido político, siempre que no haya sido llamado por Dios para pastorear una iglesia.
En los países democráticos, los creyentes tienen el derecho y la responsabilidad de votar, y hay cristianos temerosos de Dios a quienes el Señor ha colocado en esferas políticas para cumplir propósitos soberanos. Sin embargo, es un grave error que un pastor descuide el mandato de Cristo en Mateo 28:18-20, abandonando su labor principal: hacer discípulos. Ese es el llamado que todo verdadero pastor debe tomarse con absoluta seriedad.
Los problemas políticos siempre existirán, pero el pastor que ha sido llamado por Dios entiende que su responsabilidad es ser “apto para enseñar” (1 Timoteo 3:2). Su esfera de liderazgo no es el gobierno civil, sino la iglesia de Cristo. Quien dice ser pastor y, al mismo tiempo, desea incursionar en la política, inevitablemente comprometerá su fidelidad a la verdad. ¿Por qué? Porque no podrá proclamar todo el consejo de Dios sin entrar en conflicto con su partido político.
¿Cuál es el problema?
Aborto, guerras, homosexualidad, el rol de la mujer, entre otros temas. Si alguien pretende ser un “pastor político”, será tentado a callar o a hablar con ambigüedad respecto a lo que dice la Biblia sobre estos asuntos, para no incomodar a su entorno político.
Por conveniencia, algunos utilizan versículos fuera de contexto para justificar su activismo político. Pero un verdadero pastor no evita los temas difíciles ni acomoda su mensaje a lo que es socialmente aceptable. Habla con claridad, con fidelidad, a tiempo y fuera de tiempo (2 Timoteo 4:2), sin importar si es popular o no. No obstante, en la actualidad vemos a muchos pastores involucrados en política.
Pero un pastor genuino tiene dos compromisos inquebrantables: cumplir con el mandato de Cristo de hacer discípulos (Mateo 28:18-20) y desarrollar su ministerio conforme al diseño de Dios como evangelista, pastor y maestro (Efesios 4:11-16).
“El pastor ha sido llamado para hacer discípulos, no para formar demócratas ni republicanos.”
El verdadero pastor invierte su tiempo, energía e influencia en la predicación fiel de la Palabra de Dios. Sólo el evangelio tiene el poder de Dios para regenerar corazones y transformar vidas. Esa es su prioridad.
Cinco razones por las que un pastor no debe involucrarse en política:
1. La política exige tiempo y energía que debe ser dedicada al rebaño
El pastor está llamado a pastorear el rebaño de Dios. La vida es breve; solo tenemos semanas, días y horas. Debe redimir bien el tiempo (Salmo 90:12; Efesios 5:16). Es un administrador de la verdad de Dios en la iglesia, y dará cuenta a Cristo por ello (1 Corintios 4:1-5).
Involucrarse profundamente en política desvía su atención de esa tarea principal (1 Corintios 3:12-15). Nadie puede servir a dos señores (Mateo 6:24).
2. La política requiere una actitud combativa incompatible con el carácter pastoral
En política, incluso las causas justas requieren alianzas, negociaciones y enfrentamientos. Esta actitud combativa exige compromisos y busca terreno común, lo que diluye las convicciones. Pero un pastor debe ser un hombre firme en la sana doctrina (Tito 1:9), no alguien que suaviza su mensaje para encajar en agendas políticas.
Los hombres de Dios con convicciones bíblicas estorban las coaliciones políticas, especialmente entre quienes tuercen o ignoran el evangelio.
3. Los cambios políticos son temporales y superficiales
Las reformas políticas de una generación fácilmente son desechadas por la siguiente. Un pastor que se involucra activamente en política corre el riesgo de distraerse y edificar sobre arena, dependiendo de las corrientes ideológicas del momento.
En cambio, el evangelio de Jesucristo es eterno, firme, y muestra el único camino de salvación. Es la única esperanza tanto para el pastor como para su congregación.
4. La política puede confundir el mensaje de la iglesia
Muchos creyentes ya están confundidos por el mal testimonio de la iglesia visible. Algunos piensan que cumplir con su deber cristiano es promover leyes o partidos conservadores. Pero el mensaje central de la iglesia no es político, sino espiritual: los pecadores pueden reconciliarse con un Dios santo (2 Corintios 5:20-21).
Cuando un pastor se involucra en política, distorsiona este mensaje y lo debilita ante el mundo.
5. El compromiso político puede convertirse en enemigo de la misión de la iglesia
Las campañas políticas son campos de batalla ideológicos donde cada bando demoniza al otro y usa las armas de la carne. Pero la iglesia ha sido llamada a un espíritu diferente: hablar con gracia, con sabiduría, sazonado con sal (Colosenses 4:6).
Quienes militan en política pueden ser los peores pecadores, sí… como lo fuimos todos nosotros. Pero Dios puede regenerarlos, salvarlos y adoptarlos como hijos suyos (1 Corintios 6:9-11; Efesios 2:1-10). Ese es el campo de misión de la iglesia: el mundo, no el parlamento.
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