El matrimonio no es un contrato humano que se rompe cuando cambian los sentimientos. Es un pacto sagrado delante de Dios. Desde el principio, el Señor estableció:
“Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne” Génesis 2:24
Ese “una sola carne” no es algo pasajero, sino un vínculo indisoluble que Dios mismo sella. Por eso Jesús declaró: “Lo que Dios juntó, no lo separe el hombre” Mateo 19:6
Sin embargo, en la práctica de este tiempo, muchos se casan y se divorcian como si el matrimonio fuera un simple papel. Pero la Biblia enseña que repudiar y unirse a otro es adulterio (Marcos 10:11-12). Dios mismo dijo: “Yo aborrezco el divorcio” Malaquías 2:16
La dureza del corazón y el verdadero creyente
Jesús explicó por qué Moisés permitió el divorcio en la ley: “Por la dureza de vuestro corazón” Mateo 19:8
El divorcio fue una concesión frente a un pueblo de corazón rebelde. Pero el verdadero cristiano ya no tiene un corazón de piedra, sino uno nuevo en Cristo (Ezequiel 36:26; 2 corintios 5:17).
Eso significa que, si un matrimonio entra en conflicto a causa del pecado, el creyente no debe actuar con dureza, buscando el divorcio, sino con un corazón dispuesto a perdonar, así como Cristo nos perdonó.
Dios nos recuerda: “Sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo” Efesios 4:32
El amor ágape en el matrimonio
El amor que sostiene un verdadero matrimonio no es solo emoción o atracción, sino el amor ágape descrito en 1 Corintios 13: “El amor es sufrido, es benigno; el amor no guarda rencor; todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta” (vv. 4-7).
Ese amor es el que refleja a Cristo. Y si Cristo nunca abandona a Su Iglesia, el creyente debe reflejar esa misma fidelidad.
El divorcio es fruto de la dureza del corazón y acarrea el juicio de Dios porque rompe lo que Él unió. Desde el principio, el Diablo es el autor del pecado (Génesis 3:1-6; Juan 8:44) y, como serpiente maldita, busca corromper y destruir lo que Dios estableció en santidad. El apóstol Pedro nos advierte: “Vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar” 1 Pedro 5:8
El divorcio es fruto de la dureza del corazón y acarrea el juicio de Dios porque rompe lo que Él unió.
El matrimonio, siendo reflejo de la unión entre Cristo y la Iglesia, es uno de los blancos principales de Satanás. El divorcio es una de sus armas más destructivas para traer división, dolor y deshonra al nombre de Dios. Pero en Cristo, el corazón es transformado: ahora está capacitado para amar con paciencia, soportar en las pruebas y perdonar como Cristo perdonó (Colosenses 3:13).
El verdadero cristiano/a no busca la salida fácil del divorcio, sino la gracia que restaura y sostiene el pacto matrimonial, para la gloria de Dios.
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